miércoles, 12 de noviembre de 2014

ECLESIOLOGÍA
HOLMAN MOLINA CASTAÑO

SEMINARIO MAYOR SAN JOSÉ CÚCUTA
IV TEOLOGÍA
2014

1.      LA IGLESIA EN EL DESIGNIO DE DIOS

1.1.         LOS NOMBRES Y LAS IMÁGENES DE LA IGLESIA
La palabra <<Iglesia>> [<<ekklésia>>, del griego <<ek-kalein>> - <<llamar fuera>>] significa <<convocación>>. Designa asambleas del pueblo, en general de carácter religioso. Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como su Pueblo santo. Dándose a sí misma el nombre de <<Iglesia>>, la primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea. En ella, Dios <<convoca>> a su Pueblo desde todos los confines de la tierra[1].
La palabra <<Kirche>> del adjetivo griego, su significado directo es <<dominical>>, es decir, lo perteneciente al Señor (dominus) y se refiere a la comunidad de los creyentes (= de los santos) fundada por Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre exaltado en la resurrección, y congregada por el Espíritu Santo. El español <<Iglesia>> se deriva del griego a través del latín ecclesia,  vocablo elegido por los LXX y la vulgata para traducir el hebreo qahal (asamblea)[2].
En el lenguaje cristiano, la palabra <<Iglesia>> designa no sólo la asamblea litúrgica, sino también la comunidad local o toda la comunidad universal de los creyentes. Estas tres significaciones son inseparables de hecho. La <<Iglesia>> es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucaristía. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera a ser ella misma Cuerpo de Cristo[3].
Para obtener un concepto teológico útil de Iglesia conviene tener en cuenta los siguientes elementos más importantes:
·       La Iglesia Pueblo de Dios: en la primera época de  la Iglesia, al menos hasta el año 70, la Iglesia se veía como el pueblo de Dios de la nueva alianza. Ya los padres apostólicos ignoraron la conexión entre el pueblo de Dios del A.T y del N.T; para ellos el pueblo judío representaba el tipo de  la apostasía que como  Esaú había perdido el derecho de primogenitura. Según la carta II de Clemente, el verdadero pueblo de Dios estuvo oculto hasta Cristo, mientras que Ignacio de Antioquía ignora por completo la expresión Pueblo de Dios, hablando en cambio de Iglesia Universal que para él es el cristianismo. La idea de pueblo de Dios fue sin embargo evolucionando y cambiando a través del tiempo y de la historia de la misma Iglesia[4].

·       La Iglesia edificio o casa de Dios es una imagen que ha perdido en el curso de la historia su plenitud de sentido y su aplicación a la Iglesia. De hecho solo han permanecido dos significaciones marginales: para indicar las estructuras arquitectónicas de los espacios dedicados al culto, levantadas con madera, piedra, etc. Y la expresión: lenguaje edificante, para indicar una manera piadosa de hablar. Podríamos utilizar esta imagen para significar quizá los supuestos más primordiales para la vida humana, la cuestión del alimento y la vivienda del hombre. Al igual que el hombre tiene su vida en Dios, también de Dios ha de recibir su alimento.

·       Cuerpo de Cristo: esta imagen representa las singulares relaciones entre la Iglesia y Cristo, mientras que las imágenes ya vistas como iglesia  Pueblo de Dios y edificio de Dios, reflejan más bien las relaciones de los hombres con Dios en General.  Esa conexión entre Iglesia y Cristo está vista con  tanta profundidad que ya aquí debemos decir que los grandes problemas teológicos de la cristología los encontramos en la doctrina sobre la Iglesia. Hay que insistir que la relación mutua y dinámica entre Cristo y el cristiano dentro de la Iglesia no constituye una unidad hipostática esencial, como la que forman las dos naturalezas en la persona histórica de Cristo; pero tampoco una mera unidad moral y de gracia, como la que se da entre gracia y libertad en cada individuo. La unidad está determinada más bien por el misterio histórico salvífico de Cristo, que se desarrolla y está presente en los tres acontecimientos análogos en su efecto:

1.     Encarnación: “y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, el nuevo Adán se ha puesto como fundamento de la Iglesia
2.     Redención: por la cual seremos irreprochable ante Dios por el amor. Cimiento moral y de gracia para la Iglesia.
3.     Envío del Espíritu Santo: es el fundamento de la Iglesia.
Mediante estos tres acontecimientos de la historia de la salvación se funda la única Iglesia que, como Cristo, es una realidad totalmente humana en este mundo, aunque no de este mundo. A ella pertenecen el Señor glorificado, su Espíritu y su Padre de forma tan esencial, que el desconocimiento de esa pertenencia conduciría a doctrinas erróneas. (Arrianismo eclesiológico, docetismo, nestorianismo o monofisismo[5])
·       Iglesia como reino de Dios sobre la Tierra: La gracia y la redención merecida por Cristo, así como la salvación, justamente llegan al mundo a través de la Iglesia. La Iglesia prefigura el Reino de Dios del cual Cristo dijo que está cerca.
La Iglesia es la comunidad de los creyentes fundada por Jesucristo, el Hijo de Dios  hecho hombre y exaltado en la resurrección y congregada por el Espíritu santo.
1.2.         Los símbolos de la Iglesia
En la Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y de figuras relacionadas entre sí, mediante las cuales la revelación habla del Misterio inagotable de la Iglesia. Las imágenes tomadas del A.T. constituyen variaciones de una idea de fondo, la del <<Pueblo de Dios>>. En el N.T. todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por el hecho de que Cristo viene a ser <<la Cabeza>> de este pueblo.
·       <<La Iglesia, en efecto es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo[6]. Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como el mismo lo anunció>>.[7]
·       <<La Iglesia es labranza o campo de Dios.[8] En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y los gentiles.[9] El labrador del cielo plantó como viña selecta.[10] La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada>>.[11]
·       <<También muchas veces a la Iglesia se la llama construcción de Dios.[12] El Señor mismo se comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se convirtió en la piedra angular.[13] Los apóstoles  construyen la Iglesia sobre ese fundamento, que le da solidez y cohesión. Esta construcción recibe diversos nombres: casa de Dios[14] en la que habita su familia, habitación de Dios en el Espíritu,[15] tienda de Dios con los hombres (Ap 21, 3), y sobre todo, templo santo. >>
·       <<La Iglesia que es llamada también “La Jerusalén de arriba” y “madre nuestra” (Ga 4,26), y se le describe como esposa inmaculada del Cordero inmaculado.  Cristo “la amó y se entregó por ella para santificarla” (Ef. 5, 25-26); se unió a ella en alianza indisoluble, “la alimenta y la cuida” (Ef. 5, 29) sin cesar >>

1.3. IMPORTANCIA  TEOLÓGICA DE LA ECLESIOLOGÍA
1.3.1. Eclesiología - Teología fundamental
La Iglesia está relacionada con el misterio de Dios y con su plan para salvar al hombre; el fundamento de nuestra fe está indisolublemente unido a la Iglesia, ésta no solo es la depositaria de la revelación contenida en la S.E. y en la Tradición, sino también es la intérprete auténtica de esta revelación y es quien la expone fielmente a los hombres, por tanto,  sin ella no sería posible nuestra fe en el Dios revelado por Cristo.
1.3.2 Eclesiología - Misterio trinitario
La Iglesia también por ser la plenitud de Cristo, está estrechamente unida al Misterio de la Trinidad, en ella y a través de ella Cristo cabeza sigue consumando el misterio de la voluntad del Padre con la fuerza de su Espíritu (Ef 1).
Por su misma naturaleza y misión está anclada en el misterio Trinitario. Por esta razón ella misma aparece como Misterio en donde se entrecruzan todos los caminos de la historia salvífica; del mismo modo tiene como fundamento y termino la acción salvífica de Dios poniéndose en la iniciativa del Padre, en la realización en el tiempo por el Hijo y en la consumación por el Espíritu Santo.[16]
1.3.3.  Eclesiología – Escatología
Existe una estrecha unión entre la salvación final del hombre y la Iglesia.  Convocada por Dios y animada por su Espíritu constituye aquí y ahora el inicio definitivo del reino en el que Dios tras la venida del Señor al final de los tiempos quiere glorificar a los hombres. (L.G 5b)

1.4 .  ECLESIOLOGÍA BIBLICA
Dios creó el mundo en orden a la comunión en su vida divina, comunión que se realiza mediante la convocación de todos los hombres en Cristo y esta convocación es la Iglesia que es al mismo tiempo: signo de la presencia de Dios en la tierra y finalidad de todas las cosas; así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de todos los hombres y mujeres y se llama Iglesia.
1.4.1. La Iglesia en el Antiguo Testamento
·       Israel como pueblo de la Alianza.

Según la Escritura la lejana reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham; la preparación inmediata con la elección de Israel (pueblo de Dios), signo de la reunión futura de todas las naciones , que pacta una alianza con Dios y que pronto rompe al correr tras los ídolos haciendo aquello que Yahveh reprueba.
Rota esta alianza que los profetas denuncian, se vislumbra una nueva sellada por Jesucristo, que ellos anuncian con valentía.[17]
El hecho de que YHWH se haya  creado por su propia elección, un pueblo de la alianza y le haya convertido en las doce tribus, en el pueblo de Dios, es fruto inmediato de su voluntad salvífica, que se lleva a cabo mediante una revelación histórica. Israel, el pueblo elegido por Dios y conducido a través del desierto hacia la tierra prometida es así mismo el destinatario de las acciones redentoras, libertadoras y vivificantes de YHWH. Y se convierte por la fe, la confesión y la asamblea litúrgica, la obediencia a la ley y la santidad de vida, en oyente y testigo obediente de la autopromesa de Dios como salvación del hombre. La relación de alianza de YHWH con Israel se da a conocer  a través de tres características esenciales del pueblo de Dios: a) Propiedad de Dios: en cuanto que Dios mismo lo ha constituido como pueblo (Dt 4,37); b) socio de la Alianza con Dios: Israel tiene un papel activo en la salvación Israel conoce y ama a Dios y c) Israel es santuario de Dios: Israel es ante todo una asamblea cúltica, el lugar y el medio de la presencia salvífica de Dios. En cuanto santuario de Dios, Israel es el pueblo sacerdotal, regio y profético ex.19, 6[18].
·       El servicio de mediación de Israel.
Israel es interpelado y elegido por Dios como representante de todos ellos ante Dios. El lleva a cabo este servicio de mediación:
a)    Como pueblo de salvación regio. Cuando se restablezca el reino davídico (mesiánico) será Israel quien ejercerá el dominio de Dios en los pueblos (Dn 7,13;Is 53,3).
b)    Como pueblo mediador de la salvación profética. Israel es el “mensajero de la alianza enviado por Dios” (Mal 3,1), el “siervo de Yahveh” dotado del espíritu que trae a los pueblos justicia y paz y es luz de las naciones (Is 42,1-9). El misterio profético ha tenido una concreción y desempeñado por las figuras de Moisés y los profetas.
c)    Como pueblo mediador de la salvación (Ex. 19,5; lev 19,8). Israel es el pueblo santo, separado, que realiza un ministerio sacerdotal. Todos los pueblos deben experimentar la acción salvífica de Dios y conocer la vida de la Iglesia en la comunión de fe y amor y ayuda mutua como señal de la voluntad salvífica de Dios[19].
1.4.2.  La Iglesia en el Nuevo Testamento
El motivo y la misión de Cristo al llegar la plenitud de los tiempos corresponde a realizar el plan de salvación de Dios Padre. Así para cumplir su voluntad Cristo mismo inauguró el Reino de los cielos ya aquí en la tierra, Reino que ha sido manifestado a los hombres con palabras, gestos y acciones, pero ante todo con la presencia de Jesucristo. Por eso el germen y el comienzo de este Reino son el pequeño rebaño (Lc 12,32) a quienes convocó Jesús entorno suyo, siendo, Él mismo su Pastor, Maestro y Guía constituyéndolos como su verdadera familia, su primera comunidad a  quien  dotó de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. La elección de los doce con Pedro a la cabeza constituye el cimiento de la nueva Jerusalén; ellos y los otros discípulos participan de la misión de Jesucristo, en su poder y desde luego en su suerte. Con todas estas acciones concretas Cristo prepara y edifica su Iglesia.
En el agua y la sangre que brotaron del costado abierto de Cristo, no encontramos propiamente el establecimiento de la Iglesia pero si el signo de este comienzo y crecimiento. Se puede hablar entonces de una Iglesia constituida en su nuevo modo y estructura en los últimos tiempos es decir en la Encarnación y Misterio Pascual de Cristo.[20] 
1.4.2.1. La Comunidad de los Discípulos de Jesús primera síntesis de la Iglesia.
Del mismo modo que la fe en cristo brota de la experiencia de la identidad del Jesús prepascual y el cristo resucitado, también puede conocerse a la Iglesia como misterio de la fe en el hecho de que el Señor resucitado establece por sí mismo la conexión entre la comunidad prepascual de los discípulos y la comunidad de fe pospascual.
La «Iglesia de Dios» (1 Cor 15,9) se apoya en el testimonio de Pedro Cefas (Me 1.16: 3,16; Mt 4,18; Jn 1,42), de los Doce y de los demás discípulos. Por la resurrección la comunidad de los discípulos recibe una configuración nueva y queda constituida como comunidad de la confesión y del testimonio, de la proclamación y la misión. La tarea  consiste en ser el pueblo de Dios en el que se ha hecho ya realidad el reino de Dios,  por medio del cual ejerce Cristo su misión universal y su ministerio de mediador de la salvación. La Iglesia, es la síntesis de la acción divina que elige y de la obediencia humana, de la revelación divina, el testimonio humano y la confesión de fe. La Iglesia de Cristo se entiende a sí misma, como el resultado visible de la voluntad salvífica universal de Dios. Es comunión-comunidad de confesión y de vida de los discípulos y, en cuanto tal, señal e instrumento de la voluntad salvífica de Dios. De lo anterior se sigue que solo es posible entender a la  Iglesia en el horizonte de la fe de Israel y de la actividad mesiánica de Jesús[21].
1.4.2.2.        La nueva constitución del pueblo de Dios en virtud de la elección de Jesús.
El centro de la actividad de Jesús fue la proclamación del establecimiento definitivo del reino de Dios. Jesús no fundó una nueva religión ni creó, junto a Israel, otro pueblo de la alianza. En la elección de los discípulos, Jesús anticipaba el pleno restablecimiento cuantitativo y cualitativo y la nueva creación del pueblo de Dios escatológico. Este grupo es la célula germinal del nuevo pueblo de Dios, que se da a conocer, en la cruz y la resurrección de Jesús, bajo su forma escatológica[22].

1.4.2.3.        La revelación del misterio de la Iglesia en la resurrección de Jesús y el envío del Espíritu
Con el acto de la resurrección Dios se revela como Padre del Hijo. Jesús, instituido como mediador del reino de Dios (Rom 1,3s.; 8,11; I Cor 15.28) ha fundado, con la entrega de su vida en la cruz, la «alianza nueva» 1 Cor 11,25) en su sangre (Mc 14,24). Él es el autor inmediato del ser del nuevo pueblo de Dios compuesto de numerosos pueblos, por lo tanto, la Iglesia  es también la señal de la voluntad salvífica escatológica para los pueblos. La entrada en la comunidad del pueblo de Dios se consigue en virtud de la fe personal, de la confesión de Jesús y de la denominación de su nombre, es decir, en el sacramento del bautismo. La vida toda de este pueblo de Dios está sustentada por el Espíritu. (Jn 20,21-23; Mt 18,18). Su esencia y  misión está determinada por la auto apertura del Dios trino en la historia, de la que la ella da testimonio. La Iglesia existirá hasta la consumación del universo  de acuerdo con la promesa de la presencia del Señor exaltado y la eficacia permanente del Espíritu Santo (cf. Act 20,28; Gal 4,4-6; Mt 28,20; Jn 20,22s.; Ef 1,23; Col 1,18)[23].
Esta misma Iglesia es manifestada por el Espíritu Santo: "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia" (LG 4). Es entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del evangelio entre los pueblos mediante la predicación" (AG 4). Como ella es "convocatoria" de salvación para todos los hombres, la Iglesia, por su misma naturaleza, misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (Cf. Mt 28, 19-20)[24]. “Para realizar su misión, el Espíritu Santo "la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos" LG 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y la renuncia, recibe la misión de anunciar y establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5)[25].
1.4.2.4.           Se consumará al final de la historia de salvación
Aquí abajo en la tierra la Iglesia se sabe en el exilio lejos del Señor (2 Co 5,6), por eso aspira al advenimiento pleno del Reino y espera con todas sus fuerzas reunirse en la gloria cuando logre ser Iglesia Universal que abraza a todos los justos con su Rey; mientras tanto debe seguir su peregrinación a través de las persecuciones del mundo, pero gozando  de Dios.[26]
1.4.3.     La Iglesia en la Teología Paulina.
La Iglesia surge del misterio del proyecto salvífico eterno de Dios, instituida por la sangre de Cristo y compuesta de judíos y paganos, es testigo de la voluntad salvífica de Dios que ha irrumpido eficazmente en la historia. Ha sido edificada como  templo del Espíritu (Ef 2,18).  Se ha hecho un solo cuerpo y un solo espíritu con Cristo configurado plenamente en la Eucaristía (1Cor 10,17). Esta  comunidad salvífica, única y universal existe en las Iglesias locales y en las comunidades domésticas o familiares (Rom 16,5; 1Cor 16,19) unidos por el bautismo, la confesión y la cena del Señor.
El auténtico concepto paulino de la ekklesia del Señor es el de cuerpo de Cristo.  Cuerpo  que significa: 1. la existencia corporal terrena de Jesús; 2. la presencia sacramental de la humanidad del Señor exaltado bajo las especies del pan y el vino en la cena del Señor; 3. la comunión de vida de los fieles con Jesucristo, cabeza de la Iglesia, y la de los creyentes entre sí derivada de aquélla (1Cor 10,16; 1Cor 12,27). Justamente como cuerpo de Cristo, la Iglesia está henchida del Espíritu Santo, que es el origen dinámico de la mesianidad de Jesús y con cuyo poder fue resucitado Cristo por el Padre (cf. Le 3,22; Rom 8,9-11). En este sentido, la Iglesia es templo del Espíritu Santo (1 Pe 2,5).
Él, como principio vital desempeña todas las funciones, servicios, ministerios y carismas a través de los cuales se edifica la Iglesia como cuerpo de Cristo. Es el bautismo el que convierte a cada cristiano en un miembro del cuerpo de Cristo para servirle con sus dones y carismas, y es la imposición de manos y la oración  la que dispone para  ministerio de dirección y los cuidados pastorales que competen a los epíscopos presbíteros. También Pablo en sus cartas pastorales nos proporciona el fundamento apostólico de la Iglesia, para lo cual afirma que: La Iglesia del Dios vivo» es «columna y fundamento de la verdad» (1Tim 3,15), está al servicio del testimonio y de la proclamación de la voluntad salvífica universal de Dios (1 Tim 2,4), en el Espíritu Santo (1 Tim 3,16).
1.4.4.     La Iglesia como comunidad fraterna de los discípulos de Jesús (Juan)[27]
La Iglesia en los escritos Joánicos se presenta como el espacio del verdadero discipulado que está unido en la fe, el bautismo y la eucaristía con Jesucristo en  comunión con el Padre y el Espíritu en el amor.  Esta Iglesia sirve a los hombres mediante el testimonio y la proclamación (Jn 14,23.26; 16,14; 17,22; Un 1,3; 4,13). El discipulado brota como comunidad de fe y de amor en virtud de la entrega de la vida de Jesús a su Padre, participación en la vida de Dios en el amor,  acción que se esclarece e ilustra mediante la gran imagen de Jesús como viña verdadera y los discípulos como sarmientos. Este no sólo consiste en ser testigos en obras y palabras de la entrega de Jesús, sino también  en la disposición a aceptar sobre sí la persecución y la muerte (Jn 15,16-27). Esta comunidad  es universal y los une el bautismo y la eucaristía y la práctica del mandamiento del amor (Jn 19,34).
La Iglesia es una comunidad visible fundada y unida en el amor «de obra y de verdad» que lleva la disposición de entregar la propia vida «por los hermanos» (Jn 3,18).
1.4.5.     El pueblo de Dios sacerdotal (Primera Carta de Pedro)[28]
La Iglesia es fruto  de la obra salvífica de Dios uno y trino y, en  su esencia interna, objeto de la fe. (1Pe 1,2) Que ha surgido en virtud de las acciones de los profetas y los apóstoles, que han difundido el Evangelio con el poder del divino Espíritu (1Pe 1,12). En Cristo ejerce la Iglesia su esencia y su misión (1Pe 2,9s.; Ex 19.5s.). En la Iglesia, pueblo y casa de Dios (1 Pe 4,17), cada uno está al servicio de los demás y colabora en la edificación del conjunto mediante los múltiples dones y carismas (1Pe 4,11).   Pedro entiende a los presbíteros de la comunidad como pastores que  cuidan, de modo episcopal, de la grey de Dios, son modelos de la comunidad y deben ejercer fielmente su ministerio con la mirada puesta en la manifestación del «jefe de los pastores» (1Pe 5,4; 2,25).
1.4.6.     El pueblo de Dios peregrino (Carta a los Hebreos)[29]
Partiendo del hecho de que Cristo es el sumo sacerdote, la Iglesia es la casa y pueblo de Dios (10,21; 4,9; 10,30; 11,35). Es la hermandad de los santificados en el nombre de Jesús (2,17). En Cristo, el creyente ha recibido, de una vez para siempre, la  participación en el Espíritu (Hb 6,4) y ha sido llevado para siempre a la plenitud (10,14).  Es justamente en medio de la tensión entre la venida definitiva de Dios y el camino todavía abierto de la comunidad hacia la consumación última, cuando se requiere, la perseverancia y la paciencia a ejemplo de los creyentes del pasado, con la mirada puesta en Cristo (Heb 11,40). El autor de la carta a los Hebreos  abre  una perspectiva que abarca el pasado, el presente y el futuro del pueblo de Dios en la tierra y en el cielo y enseña a contemplar a la Iglesia como comunidad salvífica escatológica (Heb 12,22-24; 13,17).
1.4.7.     La Iglesia militante y la Iglesia triunfante (Apocalipsis de Juan)[30]
La Iglesia  es la comunidad regia y sacerdotal que Cristo, «el Cordero», ha adquirido para Dios en virtud de la entrega de su propia vida (Ap l, 5s.; 5,10; 20,6). Esta reconoce el reino de Dios y le sirve con la palabra de la proclamación, con el testimonio y con su disposición a los padecimientos. Con la entrega de Cristo se ha iniciado ya la victoria escatológica de Dios y se la puede experimentar en medio de los padecimientos y las persecuciones de los «santos». Con el reinado pleno de Cristo, la Iglesia  llega a su fin  como instrumento de salvación, pero permanece como su fruto (Ap 22,4).

1.5.            CRISTO FUNDADOR DE LA IGLESIA
No se trata de constatar citando textos de la Sagrada Escritura a Cristo como fundador de la Iglesia por un acto concreto de fundación (decreto por el cual yo..) no, de ninguna manera. Solo se puede afirmar que el designio eterno y universal ideado por el Padre, prefigurado y preparado en el Antiguo Testamento encuentra su realización concreta en la misión del Hijo, quien inauguró en la tierra el Reino de los cielos, nos reveló su misterio y su obediencia realizó la redención. Por eso la Iglesia en cuanto realización concreta del designio de Dios tiene su origen en la misión histórica de Nuestro Señor Jesucristo. [31]
Especialmente con estas obras concretas: Predicación del Reino de Dios, Revelación del Padre y Redención. En una palabra, toda la obra y toda la vida de Jesús constituyen en cierto modo la raíz y el fundamento de la Iglesia que es como el fruto de toda su existencia.[32]
Se puede hablar de Cristo fundador de la Iglesia porque toda su actividad es:
o   Predicación del Reino de Dios (Mt 4,23; Mc 1,39)
o   Llamado a los discípulos (Mt 4,18; Mc 1, 16-20; Lc 5,1-11)
o   Institución de los Doce y Pedro a la cabeza
o   Institución del Bautismo (Mt 3,13; 28,19)
o   Sacrificio, Banquete Eucarístico (Mc 14,22-25; Mt 26,26-29; Lc 22,15-20; 1Co 11,23)
o   Misterio Pascual (Mc 14,43, 15 y paralelos)
o   El envío del Espíritu Santo (Hch 2,1ss)
Encomendar la misión de anunciar a la Buena Nueva a todos los pueblos (Mt 28,19). Estuvo dirigida esencialmente a reunir, formar, estructurar y animar su Iglesia y son elementos preparatorios que llevan a un desarrollo progresivo, con etapas concretas que dieron origen inevitable a la fundación de la Iglesia.[33]
Jesús tuvo una voluntad fundacional, él tuvo conciencia clara de fundar su Iglesia y realizó actos concretos con miras a esta Iglesia. Pero esta fundación no lleva a la atribución de fijar los aspectos institucionales tales y como se han desarrollado a lo largo de la historia y el tiempo.
Elementos esenciales como la primacía de Pedro y la Eucaristía aún se mantienen como fundamento y principio de originalidad y unidad para la Iglesia.[34]
Jesucristo quiso ciertamente una Iglesia, pero no la dejó estructurada como hoy la tenemos. Tuvo conciencia de construir una comunidad escatológica fundada en él mismo, en la Palabra y en la  sacramentalidad para que continuara su misión. Así pues esta Iglesia nació de la libre decisión de Cristo y ella debe su existencia al don que él mismo ha hecho de su vida sobre la cruz. Por tal motivo el Concilio Vaticano II llama a Cristo fundador de la Iglesia.[35]
Los apóstoles y los primeros cristianos confirman que la fundación de la Iglesia hace parte de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo. Ellos tienen conciencia no sólo de ser sus miembros sino de ser nuevo Israel (Hch 3,25).[36]

1.6.           DIMENSIÓN HISTORICA DE LA IGLESIA
Los Santos Padres como pastores expondrán la fe apostólica apoyándose en las Sagradas Escrituras, defendiendo esta fe frente a herejías, por tanto no desarrollan una reflexión sistemática sobre la Iglesia.
Las características comunes en estas reflexiones:
·       Presentan a la Iglesia como un misterio (sentido paulino), como una realidad profunda que nace de la sabiduría y bondad divinas y que progresivamente se va manifestando en la revelación salvífica, sin llegar a una comprensión plena.
·       su reflexión se basa en las Sagradas Escrituras., no siguen un pensamiento abstracto, sino simbólico haciendo uso de figuras del Antiguo Testamento  y Nuevo Testamento., aplicándolas a la Iglesia (Eva, Nuevo Israel, la esposa del Cantar de los Cantares, el cuerpo de Cristo...)
·       No es una Iglesia imaginaria, sino una sociedad visible en la que ellos son pastores.

1.6.1.  La Perspectiva de la Patrística
Los Padres de la Iglesia  aportaron algunas contribuciones básicas para la comprensión de la naturaleza, la misión y la forma de la Iglesia. Pusieron todo su empeño en conservar con fidelidad la herencia de los apóstoles en la «Iglesia católica» (Mart. Pol 8,1), la cual   existe en las iglesias locales, unidas entre sí en la comunión de la fe, de la vida sacramental y de la misión apostólica de los obispos.
·       Ignacio es el primer autor que define al conjunto total de las comunidades como «Iglesia católica».  Esta  es fruto de la predicación apostólica y por tanto tiene la misión de transmitir con fidelidad las enseñanzas de los apóstoles y preservar la communio de todos los cristianos en la fe y el amor.

·       Ireneo de Lyon, Justino y Egesipo presentaban a la Iglesia católica como norma y criterio de la transmisión fiel de la revelación del Dios trino. La Iglesia, según Ireneo, enseña por mandato de Cristo y a través de sus enseñanzas habla Jesucristo mismo. Subrayaba que puede identificarse a la verdadera Iglesia con la comunión de las comunidades que se encuentran en la «sucesión apostólica de todas las Iglesias». Ofrece un criterio de singular validez para la communio universal de la Iglesia la coincidencia con la «tradición apostólica y la proclamación de la fe de la mayor, la más antigua y la más renombrada Iglesia, fundada y edificada en Roma. En la unidad de la confesión y de la vida sacramental  y a través del episcopado se hace visible y perceptible su unidad (haer. III, 3,3).
Los Padres desarrollaron el tema de la «Iglesia» casi siempre desde la vertiente espiritual y con la atención centrada en su esencia y su misión.  Han concebido a la Iglesia como una koinonia sacramental. La Iglesia es el misterio, instituido por Dios, de la unión de los hombres con Dios y entre sí. Esta unidad de la Iglesia, causada por el Espíritu Santo, se lleva a cabo en la unión de la confesión de fe, del amor fraterno, de la comunión sacramental y de la unidad en la dirección del episcopado.
·       San Agustín La Iglesia, como cuerpo de Cristo, forma, con su cabeza, una especie de unión personal  no «una cosa»,  Cristo y la Iglesia son la cabeza y el cuerpo del unus et totus Christus. El Espíritu del amor produce, a través de los sacramentos del bautismo y —sobre todo— de la eucaristía, la unión por la gracia y edifica así a la Iglesia para que sea communio caritatis y corpus Christi. Agustín se opuso frontalmente al donatismo. Insiste en que la Iglesia visible es siempre una ecclesia mixta de santos y pecadores. Al exponer la relación de la Iglesia como comunión de gracia por un lado y como sociedad visible y sacramentalmente constituida por otro, consiguió evitar los dos extremos: Ni la Iglesia es la comunidad de sólo los justificados, ni tampoco la única Iglesia está dividida en dos realidades distintas, en una Iglesia espiritual y pura y en otra visible e impura.


1.7.           La Eclesiología en la Edad Media
Oriente: A partir del Edicto de Milán (313) comienza una nueva época en la Iglesia, el imperio se va cristianizando, el emperador asume el rol de juez incluso en las cuestiones eclesiásticas, la Iglesia  se convierte en institución oficial del imperio lo que provocará más tarde una confusión entre el poder temporal y espiritual.
Occidente: El fenómeno de Oriente es más tardío, ya que las invasiones bárbaras no permiten que surja un poder político dominante. En este contexto surge Carlos  Magno (+814) coronado por el mismo Papa emperador del Sacro Imperio Romano. Las nuevas nacionalidades considerarán a los obispos de la Iglesia feudatarios con obligaciones hacia el soberano.

1.7.1. Actitud defensiva de la Iglesia ante la injerencia que tendrán el imperio y los nuevos reyes en el ámbito eclesiástico.
Toda la reflexión está centrada en argumentar la potestad del Romano Pontífice; es una reflexión en clave jurídica apoyada en una lógica aristotélica, por lo tanto la teología se empobrece al perder un contacto directo con la Biblia que estaba al servicio del pensamiento como una autoridad para argumentar y no como fuente.
1.7.2.     Movimientos espiritualistas de Reforma (ss. XIV-XV)
Se buscaba la purificación de la Iglesia subrayando su aspecto interno y dejando fuera el aspecto visible y estructural (jerárquico), afirmando y defendiendo su independencia frente al poder civil.
1.7.3. Al final de la Edad Media surgen las órdenes mendicantes reacción contra la decadencia espiritual y moral.
Surgen movimientos incluso heréticos que buscan una iglesia compuesta únicamente por puros o cátaros (valdenses y albigenses). El movimiento espritualista de Ockam (1347) que habla de una iglesia más interior y espiritual.
Es en este contexto que surge el “Conciliarismo” que proclama la superioridad del consejo de los obispos sobre la autoridad del Papa. En medio de estas tendencias los teólogos buscarán reflexionar con mayor insistencia en la dimensión social e institucional de la Iglesia y la función del papado, para crear un equilibrio.
1.8.           La Eclesiología en la Edad Moderna
1.8.1. Reforma  – Lutero
·       Sola fidei - sólo por la fe se alcanza la salvación de la corrupción.
·       Individual adhesión a la Palabra de Dios.
·       La Iglesia = comunidad de fe (communio sanctorum). Es la fe fiducial la que vincula a todos los miembros de la comunidad.
·       No es necesaria ningún tipo de estructura mediadora (jerarquía, magisterio), basta la unión espiritual de los miembros y el abandono de forma individual a la misericordia divina
·       No admite el sacerdocio jerárquico, ya que todos los creyentes son sacerdotes (sacerdocio de los fieles).

1.8.2.       Concilio de Trento (1545-1563)
Defenderá los puntos doctrinales negados por los protestantes:
·     La Iglesia no puede conocerse con el sólo valor de la Escritura, reconoce la importancia de la Tradición
·     Estructura jerárquica de la Iglesia
·     Autoridad doctrinal y disciplinar
·     Sacerdocio ministerial
Trento no desarrolla una Eclesiología integral, ya que se mueve más bien en un tono polémico.
1.8.3.       Contrarreforma
Siguiendo la ley del péndulo la Iglesia sólo se ocupa de luchar contra la reforma protestante, esto provoca un empobrecimiento  en su reflexión eclesiológica. Esta tendencia predominará hasta el Concilio Vat I, e incluso se agrava al surgir movimientos religioso-culturales como el  jansenismo (S..XVII), el racionalismo y absolutismo (s. XVIII -XIX)
1.8.4.  Origen eterno de la Iglesia
El origen eterno de la Iglesia está en el Misterio Trinitario, de él nace, vive y se edifica; pero no solo aquí halla su fundamento también en las obras más importantes de Cristo: ENCARNACIÓN, REDENCIÓN Y ENVÍO DEL ESPÍRITU SANTO. Por eso ella se presenta como realización del libérrimo y arcano designio del Padre.[37]
1.8.5.  La Iglesia en la Economía Trinitaria de la Salvación
Es el eterno Padre quien estableció convocar a todos los hombres, de todos los tiempos creyentes en Cristo en la Iglesia. Es precisamente el Padre quien está al comienzo y al final de tal designio.[38]
La Iglesia es también una realidad dinámica que convoca a todos y cada uno de  los hombres los hace testigos de la gratuidad de Dios que ha querido reconciliar consigo al mundo por medio de su Hijo Jesucristo, sitúa a hombres y mujeres ante este mismo hecho los convierte en testigos, beneficiarios y portadores de esta buena noticia.[39]Entonces  todos los justos descendientes de Adán desde Abel hasta el último elegido se congregarán junto al Padre en una Iglesia universal”.[40]

1.9.            ECLESIOLOGÍA DEL VATICANO II (Lumen Gentium)

En la Constitución Lumen Gentium, la Iglesia se ha propuesto declarar con toda precisión a sus fieles y a todo el mundo su naturaleza y su misión universal. A lo largo de sus 8 primeros capítulos se pretende dar respuesta de ellas. Luego, se le adhieren dos decretos más, uno sobre el Ecumenismo y otro sobre las Iglesias Orientales, los cuales le dan la integridad necesaria para ser “Luz para los Pueblos”. Recordemos que en primer lugar el concilio Vaticano II, teniendo como base todo lo dejado por el Vaticano I, quiere esclarecer más profundamente la verdadera esencia de la Iglesia. Esta constitución dogmática aborda los siguientes temas:
1) El Misterio de la Iglesia
2) El Pueblo de Dios
3) Constitución Jerárquica de la Iglesia y particularmente el Episcopado
4) los Laicos
5) Vocación universal a la Santidad en la Iglesia.
6) Los Religiosos
7) Índole Escatológica de la Iglesia peregrinante y su unión con la iglesia celestial; 8) La Bienaventurada Virgen María, madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia[41].


1.9.1.  El Misterio de la Iglesia
La palabra misterio tomada de la Sagrada Escritura expresa muy bien la realidad de la Iglesia. No indica algo incognoscible, más bien designa una realidad divina, trascendente y salvífica, que se revela y se manifiesta visiblemente estando presente entre los hombres. La Iglesia entonces es una realidad compleja, compuesta de elementos humanos y divinos” [42]
La Iglesia está en la historia, pero al mismo tiempo la trasciende. Solamente <<con los ojos de la fe>> se puede ver al mismo tiempo esta realidad visible una realidad espiritual portadora de vida divina.
En cuanto al misterio de la Iglesia, el concilio quiere resaltar lo siguiente: la Iglesia es obra de Dios Padre que determinó convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia, que fue ya prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el Antiguo Testamento, constituida en los últimos tiempos, manifestada por la efusión del Espíritu Santo, y se perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos.

1.9.1.1.        La Iglesia, a la vez visible y espiritual[43]

Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por medio de ella a todos la verdad y la gracia". La Iglesia es a la vez:
– "Sociedad dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo;
– el grupo visible y la comunidad espiritual,
– la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo".
Estas dimensiones juntas constituyen "una realidad compleja, en la que están unidos el elemento divino y el humano" (LG 8): Es propio de la Iglesia "ser a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina. De modo que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos" (SC 2).

1.9.1.2.        La Iglesia, sacramento universal de la salvación[44]

Cinco veces aparece con el calificativo “de salvación” como finalidad y contenido de la Iglesia sacramento con la triple repetición de la formula  “sacramento universal de salvación” (LG 48). Aparece también dentro de todos los documentos del concilio de la siguiente manera: Sacramento de la salvación humana (LG 59).
El hecho de que se indique que la Iglesia es sacramento universal de salvación, nos lleva a una eclesiología relacional, puesto que hablar de Sacramento es hablar del signo que va más allá de él mismo, puesto que indica y manifiesta su relación con lo significado. Esto que propone el concilio es estar en la certeza  que la salvación  ofrecida por Dios a través de Jesucristo en el Espíritu se da en el signo e instrumento concreto e histórico que es la iglesia. Por esto la Iglesia es sacramento de Cristo, pero solo sacramento, ya que como observa con realismo el vaticano II, la iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, la imagen del mundo que pasa. (LG 48).
"La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano"(LG 1): Ser el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia. Como la comunión de los hombres radica en la unión con Dios, la Iglesia es también el sacramento de la unidad del género humano. Esta unidad ya está comenzada en ella porque reúne hombres "de toda nación, raza, pueblo y lengua" (Ap 7, 9); al mismo tiempo, la Iglesia es "signo e instrumento" de la plena realización de esta unidad que aún está por venir.

Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo "como instrumento de redención universal" (LG 9), "sacramento universal de salvación" (LG 48), por medio del cual Cristo "manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45, 1). Ella "es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad" (Pablo VI, discurso 22 junio 1973) que quiere "que todo el género humano forme un único Pueblo de Dios, se una en un único Cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo" (AG 7; Cf. LG 17).

1.9.2.       La Iglesia, Pueblo de Dios
En todo tiempo y lugar ha sido grato a Dios el que le teme y practica la justicia. Sin
embargo, quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin
conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa. Eligió, pues, a Israel para pueblo suyo, hizo una alianza con él y lo fue educando poco a poco. Le fue revelando su persona y su plan a lo largo de su historia y lo fue santificando. Todo esto, sin embargo, sucedió como preparación y figura de su alianza nueva y perfecta que iba a realizar en Cristo..., es decir, el Nuevo Testamento en su sangre convocando a las gentes de entre los judíos y los gentiles para que se unieran, no según la carne, sino en el Espíritu."[45]

1.9.2.1.        Las Características del Pueblo de Dios

El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la Historia:
– Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero Él ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa" (1 P 2, 9).
– Se llega a ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba", "del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo.
– Este pueblo tiene por jefe [cabeza] a Jesús el Cristo [Ungido, Mesías]: porque la misma Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es "el Pueblo mesiánico".
– "La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo".
– "Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo mismo nos amó (Cf. Jn 13, 34)". Esta es la ley "nueva" del Espíritu Santo (Rm 8,2; Ga 5, 25).
– Su misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Cf. Mt 5, 13-16). "Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano".
_ "Su destino es el Reino de Dios, que el mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve también a su perfección" (LG 9).

1.9.2.2.        Un Pueblo Sacerdotal, profético y real[46]

 Jesucristo es aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido "Sacerdote, Profeta y Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas (Cf. RH 18-21).

Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: "Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo `un reino de sacerdotes para Dios, su Padre”. Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo" (LG 10).

"El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo". Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y
jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (LG 12) y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.

 El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo". Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (Cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para el cristiano, "servir es reinar" (LG 36), particularmente "en los pobres y en los que sufren" donde descubre "la imagen de su Fundador pobre y sufriente" (LG 8).

1.9.2.3.        La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica
Cristo el único mediador instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia Santa, comunidad de Fe, esperanza y caridad.  Esta Iglesia organizada y establecida en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con El.  Pero bien fuera de su estructura se pueden encontrar elementos de Santidad y  de verdad que como bienes propios de la Iglesia de Cristo impelen hacia la unidad católica.  Aquí el término subsiste y se refiere a la plenitud a los medios de salvación que Cristo quiso para su Iglesia.[47]
·       Sobre la Iglesia trató de forma destacada del ministerio episcopal en el tercer capítulo y aclaró su significado a partir del concepto fundamental del colegio. Este concepto, que sólo aparece de forma marginal en la tradición, sirve para ilustrar la unidad interior del ministerio episcopal. No se es obispo como individuo, sino a través de la pertenencia a un cuerpo, a un colegio, el cual a su vez representa la continuidad histórica del colegio de los Apóstoles. En este sentido, el ministerio episcopal deriva de la única Iglesia e introduce en ella. Precisamente aquí se puede comprobar que no existe teológicamente ninguna Por eso la sucesión apostólica, que constituye el ministerio sacerdotal, implica tanto el aspecto sincrónico como el diacrónico del concepto de Iglesia: pertenecer al conjunto de la historia de la fe desde los Apóstoles y estar en comunión con todos los que se dejan reunir por el Señor en su cuerpo. contraposición entre Iglesia local e Iglesia universal. El obispo representa en la Iglesia local a la única Iglesia, y edifica la única Iglesia mientras edifica la Iglesia local y aprovecha sus dones particulares para la utilidad de todo el cuerpo.

·       El ministerio del Sucesor de Pedro es un caso particular del ministerio episcopal y está vinculado de modo especial a la responsabilidad de la unidad de la Iglesia entera. Pero este ministerio de Pedro y su responsabilidad ni siquiera podrían existir si no existiera ante todo la Iglesia universal. En efecto, se movería en el vacío y constituiría una pretensión absurda. Sin duda hubo que ir redescubriendo continuamente, incluso con grandes esfuerzos y sufrimientos, la correlación correcta de episcopado y primado. Pero esta búsqueda sólo se plantea de modo correcto cuando se considera a partir del primado de la misión específica de la Iglesia, y orientada y subordinada a él en todo tiempo; es decir, la tarea de llevar a Dios a los hombres, y a los hombres a Dios. El objetivo de la Iglesia es el Evangelio, y en ella todo debe girar en torno a él.
Pero para comprender la orientación de la eclesiología conciliar, no se  puede olvidar los capítulos 4-7 de la constitución Lumen Gentium, en los que se habla de los laicos: "Por laicos se entiende aquí a todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado religioso reconocido en la Iglesia. Son, pues, los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan de las funciones de Cristo. Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo[48]."

De la vocación universal a la santidad, de los religiosos y de la orientación escatológica de la Iglesia. En esos capítulos se vuelve a destacar una vez más el objetivo intrínseco de la Iglesia, lo que es más esencial a su existencia: se trata de la santidad, de cumplir la voluntad de Dios, de que en el mundo exista espacio para Dios, de que pueda Dios habitar en él y así el mundo se convierta en su "reino". La santidad es algo más que una cualidad moral. Es el habitar de Dios con los hombres, de los hombres con Dios, la "tienda" de Dios entre nosotros y en medio de nosotros (cf. Jn 1, 14). Se trata del nuevo nacimiento, no de carne ni de sangre, sino de Dios. La orientación a la santidad es lo mismo que la orientación escatológica, y de hecho ahora esa orientación a la santidad, a partir del mensaje de Jesús, es fundamental para la Iglesia. La Iglesia existe para convertirse en morada de Dios en el mundo, siendo así "santa": por ser más santos se debería competir en la Iglesia, y no sobre mayores o menores derechos de precedencia, ni sobre quién debe ocupar los primeros lugares. Y todo esto, una vez más, se halla recogido y sintetizado en el último capítulo de la constitución sobre la Iglesia, que trata de la Madre del Señor.





1.9.3.      LA IGLESIA COMO SACRAMENTO
Este concilio, apunta a una compresión del sacramento como designio de Dios. Por eso el documento conciliar en su numeral tercero afirma que la iglesia está misteriosamente presente el reino de Dios. Su realidad sacramental se manifiesta referida a la iglesia en el vaticano II a través de estas tres formulaciones:

1.9.3.1.         La Iglesia como sacramento de Cristo
Aparece por primera vez en el vaticano II del costado de Cristo durmiente en la cruz surgió el admirable sacramento de toda la Iglesia. De hecho será la afirmación central de L.G. 1, en la cual se presenta su finalidad: “la iglesia es en Cristo como un sacramento, es decir, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad con todo género humano”.
1.9.3.2.         La Iglesia como sacramento de unidad.
Esta calificación de la finalidad de la Iglesia sacramento aparece dos veces, las cuales son apoyados con referencias directas de Cipriano, bien como “sacramento de unidad”, bien como “sacramento visible de unidad”. La referencia directa a Cipriano pone de relieve que la Iglesia es “sacramento” cuya realidad significada consiste en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
1.9.3.3.         La esencia Sacramental de la Iglesia
La Iglesia es en Cristo sacramento, señal e instrumento de la voluntad salvífica universal de Dios». Es la señal eficaz de la comunión invisible de los hombres con Dios y entre sí.  Esta comunidad tiene su máxima condensación en la celebración de la eucaristía (LG 11; SC 10).

1.9.3.3.1.  Características esenciales derivadas de la sacramentalidad de la Iglesia[49].
 De la esencia sacramental de la Iglesia se deduce su indefectibilidad (indestructibilidad) como sociedad visible y como comunión invisible de la gracia (LG 39). Esta  indefectibilidad se da en sus tres realizaciones básicas: En la martyria, en sus decisiones y proclamaciones el Espíritu Santo garantiza que sus enseñanzas están exentas de error; en la liturgia, en virtud de la eficacia objetiva de los sacramentos (ex opere operato); y en la diakonia como realización del amor a Dios en el amor al prójimo (Mt 25).
a)    El ministerio profético de la Iglesia en la Martyria: El pueblo Santo de Dios sabe que, en el seguimiento de Cristo, se le ha confiado la tarea de anunciar el evangelio y de proclamar el reino de Dios a punto de llegar a través de su testimonio vivo y de la predicación expresa. Incorporados al cuerpo místico de Cristo mediante el bautismo, la confirmación y la recepción de la eucaristía, los fieles sirven, en general, a través de los carismas propios de cada uno de ellos, y de manera especial en el servicio apostólico del ministerio sacramental y apostólico, al mediador de Cristo, <<apóstol y sumo sacerdote de nuestra fe>> (Heb 3,1). De ahí que <<la universalidad de los fieles, que tiene la unción del Santo (Cf. 1Jn 2,20 y27) no puede fallar en su creencia>> (LG 12). La infalibilidad de la Iglesia y del magisterio eclesiástico se deriva del carácter sacramental de la martyria eclesial.

b)    El servicio salvífico sacerdotal de Cristo en la Leiturgia
En la liturgia y en los sacramentos actualiza Cristo su salvación en las grandes acciones simbólicas –por él mismo ordenadas– de su Iglesia (LG 11). Ejerce su sacerdocio en la communio de todos los miembros de la Iglesia. El ministerio único regio y sacerdotal de Cristo se hace sacramentalmente perceptible en la acción total de la Iglesia de acuerdo con su estructura interna cuando los laicos ejercen su misión sacerdotal al actuar como miembros del cuerpo de Cristo y representar así a este cuerpo como un todo. Por otro lado, los cristianos llamados mediante la consagración (obispos y presbíteros) al servicio apostólico de la dirección configuran simbólica y eficazmente la acción de Cristo, cabeza, en su cuerpo (PO 2). El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio del servicio, es decir, el jerárquico, no se distinguen cuantitativamente (según el grado), sino cualitativamente (según la esencia) en lo que atañe a la participación en el sacerdocio de Cristo (LG 10).

c)    El servicio salvífico regio de Cristo en la diakonia de su Iglesia
También en el servicio salvífico global de la Iglesia al mundo ejerce Cristo, como Señor exaltado, su dominio universal.
La Iglesia no posee dominio divino ni se identifica con el reino de Dios. Pero está, como comunidad visible, al servicio de la implantación plena de este reino, que se va instalando en el curso de la historia, en permanente espera y esperanza en la consumación universal de la voluntad salvífica de Dios al final de los tiempos. Cristo ejerce su ministerio de mediador del reino de Dios a través de la Iglesia, que es <<sacramento, o señal e instrumento de la unidad de todo género humano>> (LG 1). La Iglesia actúa en favor del progreso de la humanidad en el ámbito de la cultura y del humanismo mediante la instauración de un orden social justo y acorde con la dignidad humana. Sirve a los hombres dondequiera éstos necesitan auxilio, sean espiritual o material. También en la diaconía es la Iglesia por así decirlo infalible, porque en cada acto de amor al prójimo se <<encarna>> en el mundo el amor de Dios a los hombres (Mt 25, 31-46; 1Jn 3. 13-17). El amor al prójimo es el sacramento del amor a Dios. La Iglesia se siente obligada a colaborar con la <<altísima vocación>> del hombre. Ella: “Ofrece al género humano su sincera colaboración para lograr la fraternidad universal que responda a esas vocación. No impulsa a la Iglesia ambición alguna terrena. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido[50].>>

1.10.       LA IGLESIA ES UNA, SANTA, CATOLICA Y APOSTOLICA[51] (Dimensiones esenciales de la Iglesia)

Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica" (LG 8). Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí (Cf. DS 2888), indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades.

 Sólo la fe puede reconocer que la Iglesia posee estas propiedades por su origen divino. Pero sus manifestaciones históricas son signos que hablan también con claridad a la razón humana. Recuerda el Concilio Vaticano I: "La Iglesia por sí misma es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y un testimonio irrefutable de su misión divina a causa de su admirable propagación, de su eximia santidad, de su inagotable fecundidad en toda clase de bienes, de su unidad universal y de su invicta estabilidad" (DS 3013).

1.10.1. LA IGLESIA ES UNA [52].
Debido a su origen la Iglesia es una: el modelo supremo de este misterio se halla en la trinidad (unidad de las tres personas)
También es una debido a su fundador: es el Hijo encarnado el que por su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios restituyendo la unidad de todos en un solo Pueblo y en un solo Cuerpo.
Es una debido a su alma: el Espíritu Santo que habita en cada creyente llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza admirablemente la comunión de los fieles uniéndolos a Cristo.
La unidad de la Iglesia está asegurada por una misma  profesión de fe recibida de los apóstoles, la celebración común del culto divino sobre todo los sacramentos, la sucesión apostólica por el sacramento del orden. Esta unidad/unicidad se produce en la forma de communio de las Iglesias locales bajo la dirección de sus obispos. Esta se lleva a cabo en la comunión de la fe, de los sacramentos y de la constitución eclesial (concilio, sínodos, papado). La unidad es un don antecedente de la gracia divina (concretamente en el bautismo), de lo cual  se sigue la tarea de hacerla más  real y cognoscible en sus manifestaciones externas. “que todos sean uno. Como Tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, y así el mundo crea que me enviaste” (Jn 17, 21).
1.10.2.  LA IGLESIA ES SANTA
La Iglesia es Pueblo santo de Dios y sus miembros son llamados santos. Cristo mismo se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo  como su propio cuerpo y la llenó del Espíritu Santo para gloria de Dios. Ella unida a Cristo está santificada por él; por él y con él, ella ha sido hecha santificadora y su obra está encaminada a la santificación de todos los hombres y mujeres glorificando a Dios.  “En ella están depositados todos los medios necesarios para la salvación y aquí logramos la santidad por la gracia de Dios”  En efecto la Iglesia ya en la tierra se caracteriza por la santidad aunque todavía imperfecta, pero  mantiene el llamado  a todos los cristianos de cualquier estado o condición para que su propio camino logre la santidad cuyo modelo es el Eterno Padre.
La santidad  es al mismo tiempo don y tarea. La Iglesia, como obra de Dios, es santa tanto en su esencia y en sus acciones como en sus miembros, en cuanto que en ella se expresa el Santo y Santificador que quiere actuar eficazmente a través de ella para salvar y santificar a los hombres. Aunque en el seno de la iglesia pueden haber pecadores y de hecho los hay, también estas siguen siendo miembros permanentes de la iglesia como comunidad visible (DH 1201,1203, 1205, 1221, 2408,2463, 2472-2478, 3808), sin que por ello eliminen su santidad, porque ésta consiste en la permanente ocupación y dedicación al servicio de la salvación.
1.10.3. LA IGLESIA ES CATOLICA[53].
La palabra "católica" significa "universal" en el sentido de "según la totalidad" o "según la integridad". La Iglesia es católica en un doble sentido: Es católica porque Cristo está presente en ella. "Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica" (San Ignacio de Antioquía, Smyrn. 8, 2). En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (Cf. Ef 1, 22-23), lo que implica que ella recibe de Él "la plenitud de los medios de salvación" (AG 6) que Él ha querido: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra y ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia, en este sentido fundamental, era católica el día de Pentecostés (Cf. AG 4) y lo será siempre hasta el día de la Parusía.

Es católica porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género
humano (Cf. Mt 28, 19): Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos... Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu (LG 13).

La Iglesia es católica en un doble sentido: por que Cristo está presente en ella: dice San Ignacio de Antioquia: “allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica.” En ella subsiste la plenitud del cuerpo de Cristo unido a su cabeza (Ef 1, 22- 23) lo que implica que ella ha recibe de él la plenitud de los medios de salvación que él ha querido tales como: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra Y ministerio ordenado en la sucesión apostólica. En este sentido ella era católica desde Pentecostés y lo será hasta la parusía. También es católica por que ha sido enviada por Cristo a todo el género humano (Mt 29, 19) y ayuda a cumplir el designio del eterno Padre. En donde se congrega un Bautizado, allí está la Iglesia Universal de Cristo.

1.10.4.  LA IGLESIA ES APOSTOLICA[54]
Es apostólica porque: está fundada sobre los apóstoles y permanece edificada sobre este fundamento. Ellos son testigos y enviados por el mismo Cristo a todos los pueblos a llevar la Buena Nueva del Evangelio (Ef 2, 20; Hc 21, 14).
Es apostólica por que guarda y trasmite con la ayuda del Espíritu santo la enseñanza (Hc 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas de los apóstoles (2Tim 1,13 – 14) y porque sigue siendo enseñada, santificada y dirigida hasta la vuelta de Cristo por los sucesores de los apóstoles por el ministerio pastoral, es decir  el colegio de los apóstoles a los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro. Su señal eficaz está en los obispos y el colegio apostólico (LG 20). El obispo de Roma es, por su condición de sucesor del apóstol Pedro, cabeza del colegio de los obispos y principio y fundamento de su unidad en la doctrina y en la comunión  (LG 18).También el apostolado de los laicos (LG 33) es una realización inmediata de la esencia apostólica de la Iglesia. Esta participación originaria en la misión universal de la Iglesia apostólica  se fundamenta en el bautismo y en la confirmación.

2.                 LA IGLESIA Y LA EUCARISTÍA
La sagrada Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir Cristo mismo nuestra pascua y  pan de vida, él que da la vida  a hombres y mujeres por medio del Espíritu Santo.
La Iglesia vive de la Eucaristía; esta verdad sintetiza y encierra el núcleo del misterio de la Iglesia. Este sacramento ha marcado la vida de fe llenando de confiada esperanza desde Pentecostés al pueblo de la nueva alianza que ha comenzado su peregrinación hacia la patria celeste. Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor presente en el Sacramento del Altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor.
2.1. La Eucaristía edifica la Iglesia.
La celebración de la eucaristía es el centro del proceso de crecimiento de la Iglesia; cuantas veces se celebra en el Altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo nuestra pascua fue inmolado (1Cor 5,7) se realiza la obra de nuestra redención. Este sacrificio significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los creyentes, que forman en Cristo un solo cuerpo (1Cor 10,17).
Los apóstoles aceptando la invitación de Jesús en el cenáculo” tomad, comed…Bebed “(Mt 26, 26 -27;Lc 14,22 – 25) entraron por primera vez en comunión sacramental con él y desde aquel momento y hasta el final de los siglos, la Iglesia se edifica a través de la comunión con el Hijo de Dios inmolado por nosotros (1Cor 11, 24 – 25).
La Iglesia en la eucaristía recibe la fuerza espiritual necesaria  para cumplir su misión, perpetuando en ella el sacrificio de la cruz. Así se convierte en fuente y culmen de toda la evangelización.


3.                 HISTORICIDAD Y ESCATOLOGIA DE LA IGLESIA
No puede separar a la Iglesia en una comunidad espiritual e invisible de ideales internos por un lado y una Iglesia real, externa e institucional por el otro. La Iglesia visible es la señal indefectible a través de la cual se transmite el contenido invisible,  la comunión por gracia con Dios, y se lleva a cumplimiento bajo las condiciones temporales y sociales de la experiencia humana. En su forma sacramental e institucional la Iglesia es «parte de este mundo que pasa» (LG 48) pero por ser  instrumento de la salvación llegará su fin y desaparecerá con la parusía, pero seguirá existiendo como fruto de la salvación, de la comunión eterna con Dios y de los hombres entre sí (LG 1). Está Iglesia peregrina de la tierra está unida en la fe y en el amor con la Iglesia perfecta y consumada del cielo en la única communio sanctorum. Sus tres dimensiones, a saber, la purgante, la militante/peregrina y la triunfante, están unidas por el mediador único, Cristo (LG 20).
Los tres estados de la Iglesia. "Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando `claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es”" (LG 49): Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos en mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en él (LG 49)[55].

La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG 49)[56].

3.1.         La Iglesia Triunfante
La iglesia del cielo es la Iglesia de la caridad, de la santidad total, sin defecto; de lo perfecto y definitivo, de la visión cara a cara, que resplandece con la sola luz del cordero (Ap. 21,23). Es el modelo y tipo de la iglesia de la tierra. Sin embargo no está  definitivamente realizada por cuanto que aún no se completa el número de los elegidos y estos esperan todavía la resurrección de sus cuerpos para participar plenamente de la gloria y, además, el universo mismo será asociado a la glorificación de los hijos de Dios, no obstante, la iglesia ha alcanzado en la Virgen María la perfección.[57].
3.2.         La Iglesia Militante
Es la Iglesia de la tierra, de los peregrinos, del crecimiento; de ahí que aun esta incoada e inacabada porque vive de la fe y no de la visión, vive de la gracia y no de la gloria. Es como la semilla y el árbol, como el germen y el fruto. No le falta nada, pero está en desarrollo de lo que llegara a ser. Siendo pura y hermosa, el pecado de sus hijos le oscurecen el rostro. Es perfecta en si misma pero imperfecta en sus miembros[58].
3.3.         La Iglesia Purgante
Es un estado intermedio, no es del cielo ni de la tierra sino del purgatorio. Ahí se lleva a cabo la última purificación de sus miembros, hay dolor y esperanza, caridad y no puede haber pecado; concluirá de modo total al final de los tiempos[59].

4.      EL PAPEL DEL HOMBRE Y LA MUJER EN LA IGLESIA
La Iglesia experta en humanidad, está atenta e interesada en todo lo que se refiere al hombre y a la mujer y hoy se siente interpelada por algunas corrientes de pensamiento cuyos planteamientos no coinciden con la finalidad genuina de la promoción de la mujer.  Por eso la Iglesia cuestiona algunas concepciones antropológicas actuales y pone de relieve a través de la antropología bíblica el reconocimiento de las propias diferencias entre el hombre y la mujer como paso necesario para la comprensión de su verdadero ser y misión no sólo en la Iglesia sino en el mundo.[60]

4.1.          EL PROBLEMA ACTUAL: TENDENCIAS.

a) Tendencia a subordinación de la mujer a fin de suscitar contestación:
Ø  Abuso de poder. Respuesta a búsqueda de poder
Ø  Rivalidad entre los dos sexos.
Ø  Amenaza a toda estructura familiar “liberación de la mujer”.

b) Para evitar supremacía de alguno de los sexos se tiende a cancelar sus diferencias:
Ø  La diferencia corporal “sexo” se minimiza mientras que la dimensión cultural “género” se subraya al máximo.
Ø  Se cuestiona de la familia su índole biparental (padre y madre) porque favorece para la mujer perspectivas igualitarias.
Ø  Se pretende equiparar homosexualidad, heterosexualidad (modelo nuevo de sexualidad poliforme) pretende liberar a la persona de sus condicionamientos biológicos.  Según la cual toda persona podría o debería configurarse según de sus propios deseos y que sería libre de toda predeterminación vinculada a su constitución esencial.
Ø  Esta perspectiva refuerza la idea de que la liberación de la mujer exige una crítica a las Sagradas Escrituras que transmitirían una concepción patriarcal de Dios alimentada por una cultura esencialmente machista y el hecho de que el Hijo de Dios haya asumido la naturaleza humana en su forma masculina.[61]

4.2.         RESPUESTA DE LA IGLESIA

La Iglesia iluminada por la fe en Jesucristo, habla en cambio de colaboración activa entre el hombre y la mujer precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma.  Lo hace también evocando los principios originales y siempre actuales de la antropología bíblica que subrayan ante toda la verdad sobre el hombre y la mujer. Mundo creado y ordenado a partir de diferencias que promete al mismo tiempo muchas relaciones. El hombre (Gn. 1, 26-27) creado como imagen y semejanza de Dios (Gn. 12). Humanidad adscrita como articulada desde el principio en la relación de lo masculino y femenino y esta humanidad sexuada es la que se declara “imagen y semejanza de Dios”.

Gn. 2, 4-25 confirma de modo inequívoco la importancia de la diferencia sexual.  “Adán estaba solo y necesita una ayuda adecuada y no designa aquí un papel subalterno sino una ayuda vital”. Afirma aquí la necesidad de relacionarse con otro que se halle en su mismo nivel.  Y es la mujer creada de su misma carne y envuelta en su mismo misterio; ella ofrece a la vida del hombre un porvenir. Le ayudará no sólo a someter la tierra sino a perpetuarse uniéndose a ella como esposa hasta llegar a ser una sola carne (Gn. 2, 24.6)
Ésta diferencia está orientada a la comunión y es vivida originalmente con serenidad tal como lo expresa el tema de la desnudez “no se avergonzaban el uno del otro” (Gn. 2, 25). La mujer es otro “YO”  en la humanidad común. El cuerpo humano marcado por el sello de la masculinidad o feminidad “desde el principio” tiene un carácter nupcial, es decir, que es capaz de expresar el amor con que el hombre “persona” se hace don verificándose así el propio sentido del ser y existir.
El cuerpo es la expresión del espíritu y está llamado en el misterio mismo de la creación a existir como comunión de personas “a imagen de Dios”, es decir, están llamados a existir no sólo el uno al lado del otro, sino recíprocamente. El pecado original altera el modo como el hombre y la mujer acogen y viven la Palabra de Dios lo mismo que su relación con Él Creador. Dios les ha dado un mandato que hace explícita la diferencia entre él y sus criaturas “hombre y mujer”.
Por el pecado “hombre y mujer” rechazan está diferencia y consideran a Dios como su enemigo y se tergiversa también el modo de vivir su diferenciación sexual reduciendo el Amor a la búsqueda de sí mismo en una relación que ignora y destruye este amor perdiéndose el respeto y la igualdad que exige originalmente el designio de Dios en la relación “hombre-mujer”. Hoy se ha de subrayar: el carácter personal del ser humano (hombre y mujer son personas) igualmente ambos son creados a imagen y semejanza del Dios personal.
La igual dignidad de las personas que se realiza como complementariedad física, psicológica y ontológica y da origen a una uní dualidad relacional, a la cual el pecado y las estructuras de pecado lanzan al conflicto. A lo largo del Antiguo Testamento se configura una Historia de Salvación que pone simultáneamente en juego la participación de lo masculino y lo femenino. “Dios esposo, Israel esposa (Infiel)”. En el Nuevo Testamento se cumplen esas prefiguraciones relación esponsal de Cristo y la Iglesia (Ef. 5, 25-27. 16).  En la gracia de Cristo se renueva su corazón el hombre y la mujer se hace capaz de librarse del pecado y de conocer la alegría del don recíproco.
Todos los bautizados en cristo se han revestido de Cristo, y en Cristo la rivalidad, enemistad y violencia que desfigura la relación entre el hombre y la mujer son superables y superadas. “Porque como dice San Pablo ya no hay ni hombre ni mujer” (Gal. 3, 27-28)

  
5.  FIN Y MISION DE LA IGLESIA.
5.1.  LA GLORIA DE DIOS Y LA SALVACION DE LOS HOMBRES
La afiliación o pertenencia a la Iglesia visible es necesaria para la salvación del hombre (LG 14; AG 7), porque la Iglesia no es una asociación religiosa privada, sino instrumento de la voluntad salvífica histórico-escatológica de Dios, que abarca a todos los hombres. La necesidad de la Iglesia se deriva del mandato de Cristo y de su voluntad de convertirla en medio para la salvación. «Para conseguir la salvación eterna no siempre se exige estar realmente incorporado como miembro a la Iglesia, aunque sí es necesario adherirse a ella al menos por el deseo.  Visto desde cada ser humano concreto, la necesidad instrumental de la Iglesia para la salvación actúa condicionalmente: «No podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, desdeñaran entrar o no quisieran permanecer en ella» (LG 14).
La misión de la Iglesia, por tratarse de la misma misión de Cristo, tiene el  objetivo de reconciliar en Cristo y para cristo a todos los seres de la tierra y del cielo. Con su actividad, la iglesia, consigue que todos los bueno que se encuentra sembrado en el corazón y en la mente de todos los hombres y en los ritos y culturas de los pueblos, no solo desaparezca sino que se purifique, se eleve y se perfeccione para la gloria de Dios. El Espíritu Santo impulsa a la Iglesia a cooperar para que se cumpla el designio de Dios, quien constituyo a Cristo principio de salvación para todo el mundo.[62]
La  misión de la Iglesia, es exclusivamente sobrenatural: “tiene como fin la salvación de los hombres, la cual se consigue mediante la fe en Cristo y por su gracia. Por ello el apostolado de la Iglesia y de todos los miembros se dirige ante todo a manifestar al mundo con palabras y con obras el mensaje de Cristo y a comunicarle su gracia”[63].
El texto de San Mateo 28,18-20 conocido como el pasaje del mandato misional es muy claro al respecto: “A mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra:  “Id pues e instruid a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todas las cosas que Yo os he mandado”. Ahí está señalada la obligación de predicar las verdades de la fe, la urgencia de la vida sacramental, la promesa de la continua asistencia de Cristo a su iglesia. No se es fiel al señor si se desatiende esas realidades sobrenaturales: la instrucción en la fe y en la moral Cristiana, la práctica de los sacramentos. Con este mandato Cristo funda su Iglesia.[64]
Cristo como cabeza constituye la salvación. La iglesia como su cuerpo comunica la salvación a los hombres adquiridos por Cristo; de ahí que esta sea su misión. La misión de la Iglesia en el mundo, es interior y exterior y exterior, a la vez, visible e invisible.

6.     MARÍA, MADRE DE CRISTO, MADRE DE LA IGLESIA
Después de haber hablado del papel de la Virgen María en el Misterio de Cristo y del Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. "Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor... más aún, es verdaderamente la madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza[65].”  "...María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia[66]"

“Al pronunciar el "fiat" de la Anunciación y al dar su consentimiento al Misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico. Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo. "Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo[67]”.

 7.     ENCICLICAS

7.1.          Ecclessiam Suam  (Pablo VI)
Esta encíclica, dirigida totalmente a la iglesia no pretende decir más que el concilio,  de hecho lo pone por encima y le da toda la importancia del caso. Se destacan los siguientes elementos:
1. La Iglesia es heredera de la Verdad. 2. La vocación de la Iglesia (8): llevar a la salvación. 3. Ella es cuerpo místico de Cristo: por que Cristo habita en ella y la santifica. 4. La Iglesia es misterio (13): porque ha sido instituida por Cristo mismo, pero para entender todo lo que ella nos ofrece debemos tener una fe madura y probada. 5. Se da importancia al bautismo (13b), porque nos hace pertenecer a la Iglesia. 6. La iglesia perfecciona a los cristianos (15).
7.2.         Slavorum Apostoli (S.S. Juan Pablo II)
Esta encíclica está orientada a observar la obra importante de Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos. En referencia a lo que nos interesa en el estudio eclesiológico podemos destacar:
1. Ya en sus tiempos las diferencias entre Constantinopla y Roma habían empezado a perfilarse como pretextos de desunión, aunque la deplorable escisión entre las dos partes de la misma cristiandad estaba aún lejana. La convicción de los santos hermanos de Salónica, según los cuales cada Iglesia local está llamada a enriquecer con sus propios dones el «pleroma» católico, estaba en perfecta armonía con su intuición evangélica de que las diferentes condiciones de vida de cada Iglesia cristiana nunca pueden justificar desacuerdos, discordias, rupturas en la profesión de la única fe y en la práctica de la caridad.
2. Entendieron el sentido de catolicidad de la mejor manera: «Todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios. Por lo cual, este pueblo, sin dejar de ser uno y único, debe extenderse a todo el mundo y en todos los tiempos, para así cumplir el designio de la voluntad de Dios, quien en un principio creó una sola naturaleza humana, y a sus hijos, que estaban dispersos, determinó luego congregarlos (cf. Jn 11, 52).
3. La iglesia es también católica porque: sabe presentar en cada contexto humano la verdad revelada, custodiada intacta por ella en su contenido divino, de manera que se haga accesible a los modos de pensar elevados y a las justas aspiraciones de cada hombre y de cada pueblo.
4. La catolicidad de la Iglesia se manifiesta también en la corresponsabilidad activa y en la colaboración generosa de todos en favor del bien común. La Iglesia realiza en todas partes su propia universalidad acogiendo, uniendo y elevando, en el modo en que le es propio y con solicitud maternal, todo valor humano auténtico. Al mismo tiempo, ella se afana, en cualquier área geográfica y en cualquier situación histórica, en ganar para Dios a cada hombre y a todos los, hombres, para unirlos entre sí y con EL en su verdad y en su amor.
7.3.         Redemtoris Missio (S.S. Juan Pablo II)
Los aportes que nos regala esta encíclica con relación a la Iglesia, teniendo  en cuenta que la invitación es a la misión en un primer momento:
1. La Iglesia, signo e instrumento de salvación (9): La primera beneficiaria de la salvación es la Iglesia. Cristo la ha adquirido con su sangre (cf. Act 20, 28) y la ha hecho su colaboradora en la obra de la salvación universal. En efecto, Cristo vive en ella; es su esposo; fomenta su crecimiento; por medio de ella cumple su misión.
2. La encíclica nos habla sobre el Reino de la manera como debemos hacerlo presente, con respecto a la Iglesia nos dice: Se dan además determinadas concepciones que, intencionadamente, ponen el acento sobre el Reino y se presentan como « reinocéntricas », las cuales dan relieve a la imagen de una Iglesia que no piensa en sí misma, sino que se dedica a testimoniar y servir al Reino. Es una « Iglesia para los demás », —se dice— como « Cristo es el hombre para los demás ». Se describe el cometido de la Iglesia, como si debiera proceder en una doble dirección; por un lado, promoviendo los llamados « valores del Reino », cuales son la paz, la justicia, la libertad, la fraternidad; por otro, favoreciendo el diálogo entre los pueblos, las culturas, las religiones, para que, enriqueciéndose mutuamente, ayuden al mundo a renovarse y a caminar cada vez más hacia el Reino. Asimismo, el Reino no puede ser separado de la Iglesia.
3. El Espíritu hace misionera a toda la Iglesia (21-30) El Espíritu mueve al grupo de los creyentes a « hacer comunidad », a ser Iglesia. Tras el primer anuncio de Pedro, el día de Pentecostés, y las conversiones que se dieron a continuación, se forma la primera comunidad (cf. Act 2, 42-47; 4, 32-35). La acción universal del Espíritu no hay que separarla tampoco de la peculiar acción que despliega en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. En efecto, es siempre el Espíritu quien actúa, ya sea cuando vivifica la Iglesia y la impulsa a anunciar a Cristo, ya sea cuando siembra y desarrolla sus dones en todos los hombres y pueblos, guiando a la Iglesia a descubrirlos, promoverlos y recibirlos mediante el diálogo. Toda clase de presencia del Espíritu ha de ser acogida con estima y gratitud; pero el discernirla compete a la Iglesia, a la cual Cristo ha dado su Espíritu para guiarla hasta la verdad completa (cf. Jn 16, 13).

7.4.         Ut Unum Sint (S.S. Juan Pablo II ) Sobre el empeño ecuménico.
En esta encíclica el papa llama a todos los cristianos en el mundo a vivir la unidad. Invita al dialogo ecuménico con aquellas iglesias hermanas. Se da énfasis en el compromiso ecuménico que tiene la Iglesia católica. Observemos lo que se no propone:
1. El designio de Dios y la comunión (5) Junto con todos los discípulos de Cristo, la Iglesia católica se basa en el designio de Dios su compromiso ecuménico de congregar a todos en la unidad. En efecto, « la Iglesia no es una realidad replegada sobre sí misma, sino permanentemente abierta a la dinámica misionera y ecuménica, pues ha sido enviada al mundo para anunciar y testimoniar, actualizar y extender el misterio de comunión que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo; a ser para todos 'sacramento inseparable de unidad'.
2. Esta encíclica tomando de Lumen Gentium, el capítulo sobre el pueblo de Dios, invita a todos a la unidad. En efecto, la unidad dada por el Espíritu Santo que no consiste simplemente en el encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica.
3. En la situación actual de división entre los cristianos y de confiada búsqueda de la plena comunión, los fieles católicos se sienten profundamente interpelados por el Señor de la Iglesia. El Concilio Vaticano II ha reforzado su compromiso con una visión eclesiológica lúcida y abierta a todos los valores eclesiales presentes entre los demás cristianos. Los fieles católicos afrontan la problemática ecuménica con un espíritu de fe.
4. El Concilio afirma que «la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él » y al mismo tiempo reconoce que « fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, empujan hacia la unidad católica ».
5. En la medida en que estos elementos se encuentran en las demás Comunidades cristianas, la única Iglesia de Cristo tiene una presencia operante en ellas. Por este motivo el Concilio Vaticano II habla de una cierta comunión, aunque imperfecta. La Constitución Lumen gentium señala que la Iglesia católica « se siente unida por muchas razones »  a estas Comunidades con una cierta verdadera unión en el Espíritu Santo.



7.5. Ecclesia de Eucharistia (S.S. Juan pablo II)
Esta encíclica destaca los siguientes aspectos:
·       La iglesia vive de la Eucaristía, es el sacramento que la fortalece y anima.
·       Del misterio pascual nace la Iglesia, la Eucaristía está en el centro de la vida eclesial.
·       La Iglesia cuando celebra la Eucaristía hace presente la obra de la redención.
·       La Eucaristía edifica a la iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía.
·       Se dice que la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica. Ahora bien la Eucaristía es Una, Católica y es el Santísimo Sacramento y su apostolicidad es más que obvio ya que ellos, los apóstoles, nos la trasmitieron al ser ellos los que estuvieron en la última cena.
·       La Eucaristía lleva a la unidad.

7.6.  Redemptoris Mater (S.S. Juan Pablo II)
1. La Iglesia, confortada por la presencia de Cristo (cf. Mt 28, 20), camina en el tiempo hacia la consumación de los siglos y va al encuentro del Señor que llega. Pero en este camino procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María, que «avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz ».
2. El Concilio Vaticano II, presentando a María en el misterio de Cristo, encuentra también, de este modo, el camino para profundizar en el conocimiento del misterio de la Iglesia. En efecto, María, como Madre de Cristo, está unida de modo particular a la Iglesia, « que el Señor constituyó como su Cuerpo». La realidad de la Encarnación encuentra casi su prolongación en el misterio de la Iglesia-cuerpo de Cristo. Y no puede pensarse en la realidad misma de la Encarnación sin hacer referencia a María, Madre del Verbo encarnado. Esto lo expresa el Concilio constatando en otro pasaje que María «precedió», convirtiéndose en «tipo de la Iglesia... en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo».
 3. El Concilio subraya que la Madre de Dios es ya el cumplimiento escatológico de la Iglesia: «La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga (cf. Ef 5, 27) » y al mismo tiempo que « los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo enteramente al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegidos » (6)
4. Finalmente Redemptoris Mater afirma que la Virgen María está presente en todo el misterio de la Iglesia.



[1] CIC  No. 751
[2] MÜLLER Gerhard Ludwing, Dogmática, Teoría y Práctica de la Teología. Ed. Herder. Pág. 579.
[3] CIC  No. 752
[4] Cf. AUER Johann, RATZINGER, Joseph, La Iglesia.
[5] Cf. Flechas J.R, Sois Iglesia Reflexiones sobre la Iglesia pueblo de Dios, ediciones Cristiandad; Madrid 1983.
[6] Cf. Jn 10, 1-10.
[7] Cf. Is 40, 11; Ez 34, 11-31.
[8] Cf. 1Co 3, 9.
[9] Cf. Rm 11, 13-26.
[10] Cf. Mt 21, 33-43.
[11] Cf. Jn 15, 1-5
[12] Cf. 1Co 3,9.
[13] Cf. 1Co 3,11.
[14] Cf. 1Tm 3, 15.
[15] Cf. Ef 2, 19-22
[16] MARTINEZ  Oswaldo. TRATADO ECLESILOGIA 2002.
[17]  C.I.C. No. 761 – 762
[18] CF. MULLER, Gerhard Ludwig, Dogmática, Herder.
[19]Cf.  Ibídem Pág. 594
[20] C.I.C. No. 763 – 766
[21] Cf.  Ibídem Pág. 595
[22] Cf.  Ibídem Pág. 596
[23] Cf.  Ibídem Pág. 596
[24] C.I.C. No. 767
[25] C.I.C. No. 768
[26] C.I.C. No. 769
[27] Cf.  Ibídem Pág. 603-604
[28] Cf.  Ibídem Pág. 604
[29] Cf.  Ibídem Pág. 605
[30] Cf.  Ibídem Pág. 606
[31] L.G No. 3
[32] COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL 1. 3
[33] Op. Cit. CUESTIONES ACTUALES DE ECLESIOLOGIA 237
[34] Op cit, MARTINEZ Tratado de Eclesiología  2001
[35] L.G Nº 5
[36] Op cit, MARTINEZ Tratado de Eclesiología  2001
[37] CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium N0 2
[38] CUESTIONES ACTUALES DE ECLESIOLOGIA .Conferencia Episcopal Colombiana.236.
[39] BARTH kart. Ensayos Teologicos.191ss.
[40]   L G N0. 2.
[41] Cf. Concilio Vaticano II. Editorial San Pablo, 2000
[42] C.I.C. No. 770-771.
[43] C.I.C. No. 771.
[44] C.I.C. No. 775-776.
[45] L.G. No. 9
[46] C.I.C. No. 783-786
[47] L.G. Nº 8
[48]  L.G. 31
[49] MÜLLER Gerhard Ludwing, Dógmatica. Teoría y práctica de la teología. Ed. Herder. 2009. Pág. 624-626.
[50] Documento Conciliar Gaudium et Spes No. 3
[51] C.I.C. No. 811-812
[52] CF. MULLER, Gerhard Ludwig, Dogmática, Herder. Pág.  583.
[53] C.I.C. No. 830-831
[54] C.I.C. No. 857-865.
[55] C.I.C. No. 954
[56] C.I.C. No. 955
[57] Verdades y Razones de la Fe Católica, pág. 372.
[58] Ibídem, pág. 373.
[59] Ibídem, pág. 374.
[60] Carta a los obispos sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo. Roma 31 de julio del 2004
[61] Pontificio Consejo para la Familia. Familia Matrimonio y uniones de hecho. Roma 26 de julio del 2000
[62] L.G. No.17.
[63] Ruiz R. Gustavo, Verdades y Razones de la fe católica, editorial Minos S.A, México 1995, pág. 397.
[64] Ibídem, Pág. 397
[65] S. Agustín, virg. 6; LG 53
[66] Pablo VI, discurso 21 de noviembre 1964.
[67] C.I.C. No. 973-976.