jueves, 25 de abril de 2013


HOMILIA II DOMINGO DE PASCUA – 7 DE ABRIL DE 2013
Queridos Hermanos y hermanas:
Hace ya 13 años el Beato Juan Pablo II instituyó la fiesta de la misericordia el segundo Domingo de Pascua con motivo de la canonización de santa Faustina Kovalska la propagadora de la misericordia.
Pero, ¿qué es la misericordia? La palabra misericordia quiere decir: amor del corazón de Dios. Y ese amor del corazón de Dios se ha manifestado en Jesucristo Nuestro Señor con su costado abierto  del cual brotan la sangre  y el agua como torrentes de misericordia. La sangre que lava con  misericordia el pecado del mundo y el agua que con misericordia lava continuamente al pecador para que se inserte en el cuerpo santísimo de Xto.

Misericordia ejercida por Pedro quien con su sombra al pasar curaba a los enfermos y a quienes estaban poseídos por espíritus inmundos.

Misericordia aprendida de Jesús el Maestro divino que pasaba haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo.

Misericordia cantada en el salmo 117 dando gracias a Dios porque es bueno por ser eterna su misericordia.

Misericordia que canta el psalmista cuando nos hace ver que toda la historia de la salvación desde Abraham y pasando por los profetas hasta Jesucristo, es obra de la divina misericordia de Dios que ha mirado a su pueblo con amor.

Misericordia que ejerce Jesús con los más pobres y necesitados, cuando los sana y les perdona sus pecados y cuando frente a los fariseos que le criticaban les pide que vayan y aprendan lo que significa misericordia y no sacrificios, porque él “ha venido a llamar y sanar a los pecadores y no a los justos”.

Misericordia que se aprende del amor que se ejerce con los hermanos: tuve hambre, me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”.

Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva y para eso ha venido a salvarnos y redimirnos. Pero es triste reconocer, que hoy en día se prefiere dar muerte espiritual al pecador, en lugar de darle vida. ¿Cuántas veces has acusado o señalado al pecador como si nunca hubieses cometido el pecado?

Es fácil señalar, juzgar y acusar, más cuando al compararlo se ve que se le saca una leve ventaja en cuanto a lo espiritual. ¿Cuántas de estas personas acusadoras y jueces también mantienen una vida de pecado oculto?, la diferencia es que el acusado cometió un pecado que se hizo publico.

El texto del evangelio que acabamos de escuchar nos narra dos experiencias del resucitado vividas por los discípulos, una sin el apóstol Tomás y otra cuando éste se incorporó al grupo. Estas dos apariciones están separadas por una semana:

En las dos escenas se dice que las puertas de la casa estaban cerradas. Era la reacción natural de unas personas que habían perdido a su líder y maestro, y que estaban atemorizadas porque no sabían qué les esperaba.

Ahora bien, más allá de esta reacción, hay un mensaje muy significativo: es Jesús que sale al encuentro de sus discípulos, quienes estaban bloqueados por el miedo; el Señor es quien toma la iniciativa; así ha sido a lo largo de toda la historia de la salvación; el Señor es quien invita; la fe es un don de Dios; depende de nuestra libertad decir SÍ o decir NO. En estas celebraciones pascuales, pidámosle al Señor la gracia de abrirnos a su invitación, superando nuestros temores e inseguridades.

En las dos apariciones – sin el apóstol Tomás y con él -, el Señor les dice: “La paz esté con ustedes”. No interpretemos estas palabras como un saludo de cortesía para tranquilizar a los discípulos en medio de la zozobra que los agitaba; la paz que les anuncia el Resucitado es su regalo; es el anuncio de que seguirá con ellos hasta el fin de los tiempos; la paz que comunica Jesús se fundamenta en la certeza de la resurrección, que llena de luz y coherencia lo que hasta entonces parecía una pesadilla.

 Es muy interesante el diálogo del Resucitado con Tomás, el escéptico: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae aquí tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando”.

Oremos para que el Señor nos mire con misericordia y nos ayude a practicarla con nuestros hermanos más pobres y necesitados.
Que nos haga misericordiosos antes que piadosos

Que nos permita beber de ese torrente de gracia y de misericordia que salen de su corazón abierto por nosotros. Amen.

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